martes, 11 de agosto de 2009

EL CICLO DE LA PRODUCCIÓN INMATERIAL

Maurizio Lazzarato[1]

En dos artículos publicados en esta revista(1) hemos empezado a analizar y construir el concepto de trabajo inmaterial desde un punto de vista que podríamos definir, por así decirlo, como "micro-económico". Si ahora lo consideramos en la globalidad del ciclo de producción, del que es el momento estratégico, nos revelará una serie de características de la producción pos-taylorista que aún no han sido tomadas en consideración.

En particular, trataremos de mostrar cómo el proceso de valorización tiende a identificarse con el proceso de producción de la comunicación social y cómo los dos momentos (la valorización y la comunicación) tienen inmediatamente una dimensión social y territorial. El concepto de trabajo inmaterial tiene como presupuesto y resultado una ampliación de la "cooperación productiva" que llega a incluir la producción y la reproducción de la comunicación, y por ello de su contenido más importante: la subjetividad.

Si el fordismo integraba el consumo en el ciclo de reproducción del capital, el posfordismo integra la comunicación. Desde el punto de vista estrictamente económico, el ciclo de reproducción del trabajo inmaterial desplaza a la relación producción/consumo definida tanto por el "círculo virtuoso keynesiano" como por los esquemas de reproducción marxistas del Libro II del "Capital". Ahora bien, más que hablar de vuelco de la "oferta y la demanda", habría que hablar de una redefinición de la relación producción/consumo. El consumidor está inscripto en la fabricación del producto desde su concepción. El consumidor ya no se limita a "consumir" una mercancía (a destruirla en el acto de consumo). Por el contrario, su consumo debe ser productivo de las condiciones de las nuevas producciones. El consumo es, entonces, sobre todo un consumo de información. El consumo ya no es sólo la "realización" de un producto, sino un verdadero proceso social que por el momento definimos con el término "comunicación".

La gran industria y los servicios

Para poner de relieve las nuevas características del "ciclo de producción del trabajo inmaterial" las compararemos con la producción de la gran industria y los servicios. Si el ciclo de la producción inmaterial nos muestra inmediatamente el secreto de la producción pos-taylorista (a saber, que la comunicación social y la relación social que la constituye se vuelven productivas), es interesante verificar cómo estas nuevas relaciones sociales inervan también la industria y los servicios. Y cómo obligan a reformular y reorganizar además las formas clásicas de la "producción".

La gran industria: la empresa y la economía pos-industriales se basan en el tratamiento de la información. Más que asegurar (como hacía aún la empresa del siglo XIX) el dominio de la cuna de su producto y el control de los mercados de las materias primas (el trabajo incluido), la empresa se plantea una estrategia de dominio de la desembocadura del proceso de producción: la venta y la relación con el consumidor. Se vuelve más hacia la comercialización y la financiación que hacia la producción. Antes de fabricarse, un producto debe estar vendido (incluso en una industria "pesada" como la industria del automóvil, un coche sólo empieza a producirse una vez que las redes de venta dan la orden). Esta estrategia descansa sobre la producción y el consumo de información. Moviliza importantes estrategias de comunicación y marketing para recoger la información (conocer las tendencias del mercado) y hacerla circular (construir un mercado). En el modo de producción taylorista/fordista, introduciendo el consumo de masa de mercancías estandarizadas, Ford podía decir aún que "el consumidor podía elegir entre un modelo T5 negro y otro T5 negro". "Hoy la mercancía estandard ya no vale como receta y la propia industria del automóvil, que fue la campeona de la gran serie "poco más o menos", querría vanagloriarse de haberse convertido además en el soporte de una neo-industria de la singularización"(2) y la calidad. Para la mayoría de las empresas, la supervivencia pasa por la búsqueda permanente de nuevas almenas comerciales que llevan a la declinación de gamas de productos cada vez más amplias y diferenciadas. La innovación ya no sólo está subordinada a la racionalización del trabajo, sino también a imperativos comerciales. Parece entonces que la mercancía pos-industrial es el resultado de un proceso de creación que implica tanto al productor como al consumidor.

Los servicios: Si de la industria propiamente dicha pasamos a los "servicios" (los grandes servicios bancarios, aseguradoras, etc.), las características del proceso que acabamos de describir aparecen con mayor claridad aún. Aquí seguiremos los trabajos de Christian du Tertre(3), para quien no estamos tanto a punto de asistir a un ascenso de los servicios, sino más bien a un desarrollo de las "relaciones de servicio". La superación de la organización taylorista de los servicios se caracteriza por la integración de la relación entre producción y consumo, es decir, que el consumidor interviene de manera activa en la constitución del producto. El producto "servicio" se vuelve una construcción social y un proceso social de "concepción" e innovación. En los servicios, las tareas de "back-office" (el trabajo clásico de los servicios) disminuyen, mientras que aumentan las tareas de "front-office" (las relaciones con los clientes). Hay pues una movilización de los recursos humanos que se vuelve hacia el exterior de la empresa. Du Tertre nos dice que cada vez más el producto tratado por la empresa de servicios se caracteriza como producto inmaterial y cada vez más nos alejamos del modelo industrial de organización de la relación producción/consumo. El cambio de la relación entre consumo y producción tiene consecuencias directas sobre la organización del trabajo taylorista de producción de los servicios pues pone en discusión al mismo tiempo el contenido del trabajo y la división del trabajo (la relación concepción/ejecución pierde su carácter unilateral). Si el producto se define con la intervención del consumidor, y por tanto está en evolución permanente, cada vez es más difícil definir normas de producción de servicio y establecer una medida "objetiva" de la productividad.

El trabajo inmaterial: Todas estas características de la economía pos-industrial (presentes tanto en la industria como en el terciario) se ven acentuadas en la forma de la producción "inmaterial" propiamente dicha. La producción audiovisual, la moda, la producción de aplicaciones, el acondicionamiento del territorio, etc., se ven definidos por la relación particular que mantiene la producción con su mercado y sus consumidores. El índice de audiencia y la producción audiovisual, la publicidad y sus "blancos", son los ejemplos propios de la integración del consumo en la producción. Aquí, el alejamiento del modelo taylorista es máximo.
El trabajo inmaterial se ve en el cruce (es la interface) de la nueva relación producción/consumo. El trabajo inmaterial activa y organiza la relación producción/consumo. La activación, tanto de la cooperación productiva como de la relación social con el consumidor, se materializa en y mediante procesos de comunicación.

El trabajo inmaterial innova continuamente la forma y las condiciones de la comunicación (y por tanto del trabajo y del consumo). Da forma y materializa las necesidades, el imaginario, los gustos del consumidor y estos productos se convierten a su vez en poderosos productores de necesidades, de imaginarios, de gustos. La particularidad de la mercancía producida por el trabajo inmaterial consiste en el hecho de que no se destruye en el acto de consumo, sino que amplía, transforma, crea el medio ambiente ideológico y cultural del consumidor. No reproduce la capacidad física de la fuerza de trabajo, transforma a su utilizador.

Aquí, la producción del "exceso" capitalista, la forma de la "autoproducción" del capital asume una nueva forma. Nos hallamos frente a un vuelco y un desplazamiento de la dialéctica producción/consumo tal y como la define Marx en la Einleitung (Introducción) de 1857. La "necesidad de consumir, la capacidad de consumir, la pulsión de consumir", ya no son producidas indirectamente por el objeto (producto), sino directamente por dispositivos específicos que tienden a identificarse con el proceso de constitución de la "comunicación social". La publicidad es la producción de la "capacidad de consumo, del impulso al consumo, de la necesidad de consumir" que se ha vuelto un "proceso de trabajo". El trabajo inmaterial produce, en primer lugar, una "relación social" (una relación de innovación, de producción, de consumo) y sólo si logra esta reproducción su actividad tiene un valor económico. Esta actividad muestra de inmediato lo que "ocultaba" la producción material: a saber, que el trabajo no sólo produce mercancías, sino ante todo la relación de capital.

Si la producción es hoy directamente producción de la relación social, la "materia prima" del trabajo inmaterial es la subjetividad y el medio ambiente "ideológico" en y a cuyo través esta subjetividad vive y se reproduce. La producción de subjetividad deja entonces de ser tan sólo un instrumento de control social (para la reproducción de las relaciones de mercado) y se vuelve directamente productiva, pues en nuestra sociedad pos-industrial su objetivo es construir al consumidor/comunicador. Y construirlo "activo". Los trabajadores inmateriales (que trabajan en el bar, en la moda, en el marketing, en la tele, en la informática, etc.) satisfacen una demanda del consumidor y al mismo tiempo la instituyen. Que el trabajo inmaterial produce al mismo tiempo subjetividad y valor económico tan sólo demuestra en qué medida la producción capitalista ha asaltado a la totalidad de la vida y ha roto todas las oposiciones entre economía, poder y saber. Aquí, el proceso de comunicación social (y su contenido principal, la producción de subjetividad) se vuelve directamente productivo porque en cierta medida "produce" la producción.

El proceso a cuyo través lo "social" (y lo más social que hay, a saber, el lenguaje, la comunicación, etc.) se vuelve "económico", no ha sido estudiado lo suficiente. En efecto, podemos hallar, por un lado, un análisis de la producción de subjetividad definida como "proceso" constitutivo específico de la "relación consigo mismo" frente a las formas de producción propias al saber y al poder (como en determinada filosofía francesa pos-estructuralista), pero que nunca se cruza con las formas de valorización capitalista. Por otro lado, un amplio análisis de la "forma social de la producción" se desarrolló en los años 80 por parte de los economistas y sociólogos de las redes (y antes por parte del pos-operaismo italiano, pero que no integra a la producción de subjetividad como contenido de la valorización). Ahora bien, el modo de producción pos-taylorista se define precisamente porque pone a trabajar a la subjetividad tanto en la activación de la cooperación productiva como en la producción de los contenidos "culturales" de la mercancía.

Notas:

1 "Trabajo inmaterial y subjetividad", Futur antérieur núm. 6 y "El concepto de trabajo inmaterial: la gran empresa", Futur antérieur núm. 10.

2 Yves Clot, "Primavera del industrialismo y actividad filosófica", Futur Antérieur, núm. 10.

3 Se trata de dos exposiciones hechas en el seminario sobre el "Concepto de trabajo en el umbral del siglo en el umbral del siglo XXI"

4 Es a la vez el elemento creativo y social lo que nos lleva a arriesgarnos con el "modelo estético". Es interesante ver cómo podemos ir a parar a este nuevo concepto de trabajo partiendo de la actividad "artística" (los situacionistas) y de la actividad tradicional de fábrica (los pos-operaistas italianos) apoyándose en el concepto bien marxista de "trabajo vivo".

5 Benjamin analizó ya cómo, desde el final del siglo XIX, tanto la "producción artística" como su reproducción y percepción, asumieron formas colectivas. No podemos detenernos sobre sus trabajos, que siguen siendo fundamentales para la genealogía del trabajo inmaterial y de sus formas de reproducción.

6 La transformación del público en cliente ya está muy avanzada en los USA, en los que un porcentaje cada vez mayor de la comercialización se hace mediante la tele-venta.

7 No podemos reproducir aquí con especificidad la complejidad del modelo de Bakhtine. En todo caso, la construcción del ciclo de la producción inmaterial tal y como la hemos presentado se inspira también en sus trabajos (y el los del Círculo de Leningrado) sobre la "producción estética".



[1] Maurizio Lazzarato es sociólogo y filósofo italiano. Vive y trabaja en París, donde realiza investigaciones sobre el trabajo en la era del capitalismo cognitivo y los movimientos post-socialistas. Ha escrito también sobre cine, video y nuevas tecnologías de producción de imágenes. Colaborador de las revistas Futur antérieur y Multitudes. Es autor de LAvoro inmateriale e soggettivita (1997). Videofilosofía, percezione e lavoro nel post-fosdisme (1997) y Puissances de invention. La psychologie économique de Gabriel Tarde contre l’économie politique (2002).

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